
Mirarse
El reflejo, nuestro reflejo, encontrarnos con nuestra imagen.
Surge desagrado. A veces complacencia, pero juzgamos nuestro cuerpo, como si fuera parte externa nuestra. Como si fuésemos dos personas en una.
La belleza reglamentaria no es la verdadera, eso está claro. Hay mucha belleza en los rasgos imperfectos, desgastados. Son los rostros con huellas de vida, los más bellos. Son las miradas limpias las que inspiran verdad. Somos capaces de percibir esa belleza en los demás. Sin embargo, nos miramos al espejo, y no vemos nada. Vemos algo indiferente, nuestros ojos buscando nuestra mirada, escudriñando cada detalle de nuestra fachada. Y a veces, nos desagrada lo que vemos. Porque no nos vemos. No vemos que ese cuerpo refleje quienes somos. O lo contrario, que ese cuerpo, esconda la felicidad que llevamos dentro. Depende que parte de nosotros nos guste menos. Ambas igual de importantes, porque son indivisibles.
Pienso en eso que hace años escribí: Has visto la belleza de tu ser por su mirada. Ver la belleza de los demás. Tú la ves, pero solo ellos pueden sacarla a la luz. Ayuda a la gente a descubrir lo hermosos que son. Descubre esos diamantes en bruto.
Ahora, años más tarde, veo esa belleza y grandeza en todos, menos en mí. Pero recordar cómo empezó, me ha dado una prueba que había olvidado. Si yo en los demás puedo ver belleza, ellos también pueden verla en mí. Por eso quizás nos necesitamos. Quizás eso tenga algo que ver con Amar. Ver al otro, verlo antes que él.
No podemos vernos, si alguien no nos ve antes. No podemos amarnos, si alguien no nos ama antes. Dios es la consecuencia absoluta de eso, y las personas, son los pequeños besos de Dios. Hay un todo en cada persona. Un todo de amor y de eternidad. Si puedes ver la belleza de los demás, puedes saber que también existe la tuya. Déjate querer, deja que te enseñen cómo de bella eres.
kI LO sAP. info@blancamonserrat.es