Ya no es lo mismo mirar a la luna.
No quiero pararme, no quiero mirarla.
Cuando lo hago, no me dice nada. Me pongo nerviosa. Es como si estuviese más conmigo misma que nunca, como si fuese un espejo en el que me da miedo mirarme. La noche, su brillo; Inspira temor, y al mismo tiempo nostalgia. Ya no encuentro en lo oscuro esa magia.
Sigo los mismos pasos que antes me han servido. Me paro, la miro. Ejerzo ese pequeño acto disidente de rotar, saludar, contemplar y pararme. Pero esas cosas ya no reafirman mi libertad, no me confirman nada. Me siento prisionera de mis propias pautas, convicciones y respuestas.
Creo que mi libertad interior está muerta. Necesito algo más que una mirada a la luna. Pero ella no dice nada.
Camino y pienso. Me encuentro con el silencio, descubro entre mis pasos que la noche está despierta. Que el cielo está alterado, que la Luna canta.
En el silencio, ese silencio que se siente en la piel, de inquietud, de ruido.
No, no es ruido. Esconde algo.
Ahora, con curiosidad, sintiéndome pícara o avispada, me paro de nuevo y miro a la luna. ¡Qué bella es! -Pregunto en un susurro- ¿Qué escondes?
Inmediatamente, intuyo otra pregunta, ¿Por qué siempre pregunto qué escondes? ¿Por qué las cosas se esconden?
Que no las veamos no significa que estén escondidas, puede que en realidad todo esté a plena vista. Pero en el esconder hay algo de misterio, de recelo, de intimidad. La intimidad de un todo. Sin embargo, esa pregunta se ha tornado obsesiva, inquisidora. Necesito saber que esconde todo. Necesito quitar de dentro este bicho de nervio que, insaciable, piensa que se le esconde algo, que en las cosas hay algo oculto.
Y yo, Luna, te pregunto, ¿Cómo busco?
Buscar, ¡Es verdad! Había dejado de buscar.
Por eso el corazón se inquietaba, por eso mi cabeza sufría, porque había aceptado como respuesta, lo que hasta ahora sabía. Que puedo hablar contigo. Y había olvidado cómo puedo hacerlo; buscando.
kI LO sAP. info@blancamonserrat.es