Esa vuelta a casa que hacía tiempo no vivías. 

Sale del tren y escucha la música que cantan sus auriculares al oído. Mira la Luna, el cielo. Es una noche preciosa. Con un silencio especial. Lo sabe, aunque lleva cascos, lo sabe porque lo ve con los ojos, porque ya ha visto una noche así antes. 

Los guarda con cuidado en su bolsillo y el silencio llena todo su ser. Es como si el pecho se inflara, es como si el cielo cantara. Tarda unos segundos en darse cuenta de que está sonriendo. Hacía muchas semanas que no sonreía plenamente, y aún más que no veía una noche así. Una Luna hermosa que mira, que escucha. Una noche dónde el cielo está despierto, y tú puedes hablarle. 

Camina feliz, agradecida, porque ya no recordaba esa sensación de musical, de película, de magia. Y piensa que la escribirá cuando llegue a casa, que no solo quiere escribir cosas tristes. Pero esta felicidad, hasta la más pequeña… Es tan difícil de confesar en palabras. No es como el sufrir, este, aunque también indescriptible, quizás es más fácil de confesar en sensaciones. Pero ese GOZO que sientes, que es tan hermoso, y que parece irreal, no se puede confesar. No puede encerrarse en unas palabras, porque es infinito, eterno, inagotable y hermoso. Quizás, piensa, si explico lo poco capaz que soy de transmitirlo, quién lo lea, puede saber, a qué me refiero. 

No pasa nada, nadie dijo nada, pero estaban juntos, y la luna cantaba. 

kI LO sAP. info@blancamonserrat.es