Pensé en ti
Llevo dos años evitando las puestas de sol. Llevo dos año evitando ese adiós de la luz, que tiene la manía de embargarlo todo.
Me escondo en mi despacho, o en la oficina. Hasta que la calle, ya nocturna, queda limpia de ese color, que tanto daño hace a mi vida.
Hoy me he encontrado a un amigo de cuando aún no tenía canas, me ha sonreído y hemos hablado con alegría. Hemos paseado un rato; Ha sido agradable, y luego, como llevado por un impulso del destino, ha rebuscado en su mochila y ha sacado un libro.
– Cuando lo vi me recordó a ti. Lo llevo en cima por casualidad, pero, ten, quiero que lo tengas, es un buen poeta. Quizás os hagáis amigos. –
Me quedé pasmado, sin aliento, con el libro entre mis manos. La portada estaba gastada, pero la ilustración saturada quedó fija en mi mirada. Una puesta de sol, como las que antes veía. Como cuando era joven y cada día subía a algún sitio alto para saludar al sol, y le agradecía ese nuevo día que nos había regalado.
Ahora, entre mis manos, era ese sol el que me saludaba. Quizás lo echaba de menos, quizás me hace falta.
Como en una Película
Como en una película. Eso es lo que se dice cuando, de repente, el caos de la vida parece ordenarse. Todo está en el lugar que debe estar, todo pasa cuando sabe que ha de pasar y tú, envuelto en ese respiro de caos, contemplas ese orden que, no es más que la belleza ralentizada para que nosotros podamos palparla.
Así pasa ahora en este compartimento de tren. Es una chica que viaja sola y lee en las páginas doradas por el sol, mientras se pone entre los campos verdes de una bonita primavera.
Esa soy yo. En este momento y ahora. Leo las letras de este libro, y pienso todo lo que digo. Paro y alzo la mirada porque quiero saborearlo todo, y ver como mientras se marcha, esa gran estrella, no escatima en dones y riega de oro y colores allá por donde pasa. Miro el color granate de la pared y el sillón del compartimento. Miro otra vez por la ventana y despido esa escena preciosa con una carcajada, porque la vida es muy curiosa, y momentos como este son los que alegran el alma.
Atardecer en una azotea.
Esas horas de estudio, entre libros y luz blanca, entre apuntes y dolores de cabeza. Estar luchando contra un ejercicio de mates, y de pronto, ver por la ventana como las hojas de los árboles se están dorando, y sabes que ha llegado ese momento.
Corres escaleras hacia arriba y gritas a tu amiga para que suba rápido porque no quieres que se le escapen esos instantes.
Ya está. Lo contemplas. Está ante ti, y ves como a tu amiga también le brillan los ojos. Sentadas en el borde del tejado, contemplamos, miramos y sanamos. Despedimos al sol que deja tras su marcha, un cielo lleno de colores y sensaciones. Respiras y cierras los ojos concentrándote en captar con todos tus sentidos ese momento. Captarlo, porque la memoria se lo llevará, pero ahora, mirando el cielo, parece que no exista nada más que ese momento, y ese lugar.
Todo es más
Mi hija me preguntó un día por qué cuando llega la hora de cenar, el jardín se vuelve naranja y todo parece más. Más. Quedo ahí su frase, en Más. Me reí y la miré. Pensé que era muy lista, más que muchos adultos. Le pregunté si quería ir a ver el jardín y me enseñaba ese Más.
Fuimos juntas al césped. La senté sobre mi regazo, y le dije que tenía razón, todo estaba como naranja, y todo era Más. Reímos y miramos calladas.
Tenía razón, cuando se pone el día, cuando la noche ya se acerca, esa luz cada vez es más intensa, es más bonita, más nostálgica. Parece que todo queda impregnado por un clima de belleza y nostalgia.
Contesté a mi hija,
-No sé por qué todo es más, pero creo que es porque el sol cuando se marcha, para dejar a la luna cuidándonos en la noche, quiere pintar el cielo y todo lo que vemos con sus mejores colores. Como cuando diste ese dibujo al abuelo antes de irnos, que lo hiciste ¡El más bonito de todos los que has hecho!
Mi niña me miro y dijo:
-Pues podríamos hacer un dibujo al sol, porque yo también quiero darle Más.
Esas cosas que parecen imposibles
¿Sabes esas cosas que no crees que realmente ocurran? Esos sueños que ya das por imposibles.
Es bonito ver que la vida es mucho más rica y amable de lo que nos pensamos. A veces, el mundo se despliega a nosotros en el momento más inesperado.
Mi sueño era sencillo. Nadar en una puesta de sol, nadar en el mar dorado. Pero eso solo pasa en la otra punta del mundo, por eso solo era un sueño. Hasta que un día, en una pequeña ciudad italiana, se descubrió ante mí el sol, con todos sus encantos.
El agua dorada acariciaba mis pies en la orilla, invitándome a seguir a ese sol, que parecía sumergirse en el horizonte. Gritando, saltado y gozando; Nadamos y nadamos. No alcanzamos al sol sumergido, pero vimos en esas aguas saladas, la paleta de un beso, de un canto. Cielo y mar se unían en un diálogo de colores, manchas y matices.
Cumplí un sueño. Espero que la vida me sorprenda pronto con uno nuevo.
Fin.
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